Después de 11 años como manager he aprendido a convivir con el síndrome del impostor sin que eso frene mi carrera. Te contaré lo que me funcionó, lo que no, y los retos que siguen ahí
Empezaré contando un secreto: nunca terminé filología. Dejé la carrera en el último año, desmotivado por la falta de expectativas laborales más allá de la docencia. Hoy todavía sigo soñando que estoy en el último curso, que aún puedo terminar y seguir una vida más lineal. Pero la realidad es que esa decisión, aunque me puso las cosas más difíciles, me forzó a crecer en lugares insospechados, a aceptar retos que de otra forma jamás hubiera soñado, y fundar tres empresas tecnológicas como responsable de producto. La última de ellas es Landbot: factura varios millones de euros, con clientes en más de 200 países y un equipo de 70 personas.
También es cierto que esa decisión me hizo seguir un camino enrevesado. Tardé casi diez años en llegar al mundo tecnológico desde Filología, y en el camino me dediqué a traducir libros de filosofía, escribir mis propios libros, trabajar para empresas poniendo nombres (sí, es un trabajo), y como copywriter, diseñador, programador, vendedor y músico. Adquirí muchas habilidades, algunas de ellas completamente inútiles. Otras cambiaron mi futuro para siempre, en el mejor sentido.
Pero sin duda alguna el lado negativo es que casi de manera crónica llevo peleando desde hace veinte años con una parte de mi personalidad empeñada en cuestionar cada decisión que tomo, en amplificar cada crítica que recibo, que quizás conozcas como síndrome del impostor. Ese extraño huésped (me gusta llamar al síndrome así por un poema de Jaime Gil de Biedma) quiere encerrarte en una habitación, sacarte de todas las fiestas, llevarte a un trabajo sin riesgos ni colaboración ni mucho menos liderazgo. Cada renuncia que haces el huésped se hace más influyente.
Y es por eso que yo elegí el camino de la exposición, porque no quería permitirme desperdiciar la vida. Pero el huésped estaba ahí siempre. Cuando las cosas han ido bien el huésped no desaparece, sigue allí para decirte que ha sido por mérito de otros, que tú eres solo un impostor afortunado, y que siempre lo serás.
En los últimos años mi equipo ha crecido mucho, y he promocionado a manager a varias personas. Al hacerlo me he dado cuenta de que este síndrome es tristemente frecuente en los roles de liderazgo. El tipo de manager que más aprecio suelen ser personas con altas dosis de empatía, sensibilidad a los problemas de los demás, humildad y una mente creativa: es decir, carne de cañón para el síndrome del impostor.
La parte positiva: que desde mi experiencia estos años de exposición he desarrollado estrategias que funcionan contra el síndrome. En este artículo me gustaría compartir algunas útiles. Si te encuentras en una posición de management y luchas contra las inseguridades, estoy escribiendo este artículo para ti: espero poderte ayudar aunque solo sea un poco.
El primer reto del nuevo manager
Cuestionarte a ti mismo. Acabas de empezar, alguien ha confiado en ti para esa responsabilidad, pero tú todavía no. Ayer nadie te reportaba y te movías muy bien en el terreno del individual contributor, donde probablemente habías afilado una serie de habilidades que hoy ya no son tan útiles. Tienes entre tus reports a gente con más experiencia, más inteligencia o más contexto, y simplemente te sientes pequeño.
Casi todo el mundo se siente así al principio de una forma u otra. El problema es que este tipo de emociones desencadenan efectos secundarios indeseados, que debes superar cuanto antes para seguir progresando en tu carrera. Repite conmigo:
No pierdas tiempo demostrando que vales para el puesto
Esa inseguridad solo puede perjudicarte como manager, llevarte a dedicar tu tiempo en justificaciones o evitar challenges necesarios. Tu equipo necesita una persona que se equivoque, que sea asertiva y tome decisiones difíciles. Alguien que esté ahí cuando hace falta, cosa que yo muchas veces no hice por este motivo.
Pero, ¿cómo dejar de cuestionarse cuando realmente no sabes casi nada de tu nuevo rol? Te contaré algunas estrategias que he ido desarrollando a lo largo de los años.
1. Acepta el impostor
Lo que sientes es lógico, no tienes experiencia y te estás exponiendo a tu equipo. En mi caso la situación se agravaba porque en mi rol debía hacer por primera vez muchas cosas, y en una lengua donde me sentía incómodo –el inglés. Empezar aceptando esta situación libera estrés adicional de luchar contra ti mismo. Acepta que no vas a dejar de sentirte un impostor, pero que con un poco de estrategia el síndrome no va a perjudicarte.
2. Muestra tu vulnerabilidad
Me encanta el concepto de exposición controlada. Es una táctica que funciona en psicología con éxito desde hace décadas para superar el miedo a las cucarachas o a subir a un avión, y se basa en exponerse gradualmente a la situación que provoca estrés, de una manera controlada e incremental.
Como manager, reconocer tu vulnerabilidad públicamente, con tu equipo, te permitirá liberar el estrés de ocultar tus emociones y al mismo tiempo crear una conexión de confianza. Si el manager se reconoce vulnerable, el report lo hará también cuando sea oportuno. El mensaje que envías es que podemos sentirnos frágiles y no por ello no merecemos progresar.
3. Feedback loop
No hay nada que genere más ansiedad que la falta de control, la incertidumbre. El problema del síndrome del impostor es que con frecuencia deriva en la privación voluntaria del feedback. Nuestro huésped nos aterroriza de tal forma con sus críticas corrosivas que cualquier comentario negativo hacia nosotros resuena con un impacto atronador, y lo evitamos.
Por eso es tan importante encontrar un espacio de exposición al feedback, de la mayor calidad posible. En mi caso, lo que mejor funciona es:
- Exponerse cuanto antes. Tanto para darlo como para recibirlo. Si el feedback llega en su contexto es mucho más fácil comprender su dimensión, aunque la tendencia natural para muchos de nosotros es precisamente retardarlo, suavizarlo o escondernos. Por eso hay que:
- Pedirlo proactivamente. Para que nuestro equipo sepa que nos sentimos cómodos, que existe un espacio de confianza y comunicación con nosotros donde pueden expresarse inmediatamente. Esta es la mejor manera de que ese feedback venga en un formato digerible, desde el aprecio.
- Contextualizarlo y relativizarlo. Esto es vital. La adherencia de tu mente a la autocrítica va a querer dar por válido cualquier juicio que te cuestione, y lo amplificará de manera poco realista.
Pero debes comprender que la realidad es subjetiva: dos personas pueden vivir la misma circunstancia de manera completamente distinta, y ambas expresarán su experiencia como la verdad, porque para ellos es cierta en el plano mental. Y por desgracia, no hay otro plano.
Una forma efectiva de distanciarse para filtrar los feedbacks es siguiendo estos sencillos pasos:
- No te apresures a juzgar.
- Se transparente con esta persona. Dile que vas a pensarlo e incluso puedes expresar tus sentimientos de forma no hostil –“me resulta un poco difícil juzgar en caliente este tema”.
- Ordena tus pensamientos por escrito.
Esto último yo lo hago con cierto orden, siguiendo a su vez los siguientes pasos:
- Etiqueta tus emociones. Si el tema es suficientemente crítico suelo empezar describiendo cómo me siento. Te ayudará a romper el bucle y verte desde fuera.
- Enmarca el problema en su contexto. Analiza quién te dio el feedback, con qué intención, en qué circunstancias personales y profesionales.
- Evalúa la dimensión del problema (mi paso preferido). A mí me funciona de maravilla hacerme dos preguntas: ¿Qué importancia tendrá este problema para mí en unos meses? ¿Y en diez años?
- Define un plan de acciones, si determinas que el problema es prioritario. En mi caso, cosas que yo mismo pueda llevar a cabo para solucionar o delegar, generalmente en el corto plazo.
Y finalmente una última recomendación: crea esta cultura de comunicación abierta con tu equipo. Las cosas son mucho más fáciles cuando trabajas con personas que comparten este punto de vista. Puedes empezar hoy mismo compartiendo este artículo con ellos y pidiéndoles su opinión.
La cultura del error
Si algo he aprendido del pasado es que resulta muy difícil anticipar los obstáculos del futuro. Por mucho que te prepares hoy, mañana aparecerán retos desconocidos que en algún momento te superarán, y no hay nada malo en ello.
El único consejo que puedo darte es mantener una actitud de aprendizaje continuo hacia los retos. Aceptar el error –algo muy fácil de decir pero realmente complicado de aplicar– puede cambiar radicalmente tu percepción de ti mismo. Mi generación se educó en un sistema que promovía una competitividad poco sana, donde el fracaso escolar era sinónimo de marginalidad y exclusión. Pero hoy todo empieza a ser distinto. Los nuevos padres y educadores quieren otro futuro para sus hijos y nos esforzamos en enseñar desde el respeto hacia ellos mismos. La cultura del error lleva décadas funcionando en nuestro ecosistema tecnológico y es probablemente uno de los mejores legados que podemos dejarle a la sociedad.
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Pero insisto, el camino no será fácil. Tengo 41 años y ayer mismo volví a desmoronarme en una reunión, incapaz de ayudar a una persona de mi equipo cuando más lo necesitaba. El resto del día me sentí derrotado. No comprendía porqué me había afectado tanto aquella conversación. Probablemente algo escondido dentro de mí, que no había llegado a sanar, se abrió paso en el caos de pensamientos irreflexivos que surgen de la autocrítica tóxica. No apliqué ninguno de mis propios consejos, y seguí sumergido en mi rutina, mientras rumiaba culpabilidad sin consciencia. Error.
Por la noche prácticamente había olvidado el incidente, pero al poco de acostarme me desperté agitado. Me costaba respirar y sentía angustia. No había manera de conciliar el sueño y me senté en la cama. Entonces conecté todos los puntos. Volví hacia atrás y recordé los detalles de aquella conversación, y cómo me había devuelto a mis primeros días como manager, y aún más lejos, al momento en que abandoné la carrera y a las sensaciones de fracaso. Seguí uniendo puntos y decidí lanzarme sobre el teclado de mi ordenador para traerte estos aprendizajes que me han ayudado a avanzar pese a las zancadillas del huésped.
Probablemente ahora, que ya empieza a amanecer y me siento mucho más relajado, este artículo ya me ha ayudado más a mí que a ti. Espero que también, de alguna manera, a la inversa –cuéntamelo en los comentarios, me encantará leerte.
Ilustraciones: OpenPeeps by Pablo Stanley | 🇺🇸 Read this post in English